jueves, 20 de enero de 2011


La noche terminó entre sonrisas de euforia, pitillos a medias, rímel corrido. Pero se levantó solo, atenazado por un dolor de cabeza que no le dejaba pensar más allá de lo que veía delante de sus narices. Intento frotarse los ojos con fuerza, mirarse en el espejo, orinar a tientas, pero lo dejo por imposible al no encontrar la llave de la luz. Se tumbó en el sofá azul y se dejo llevar por una música suave que alguien acababa de poner, sin percatarse de que era ridículo que el tocadiscos se pusiera a funcionar de manera espontanea. Sintió vértigo, un miedo profundo que había comenzado la noche anterior cuando, a pesar de las sonrisas que le dirigían, se encontró solo en medio del tumulto de gente y los chupitos de absenta. Un sudor frio, pegajoso, empezó a surgir en su frente, de inmediato, visceral. Intentó frenarlo engañándose, convenciéndose de nuevo de que había tomado las decisiones correctas, que el resto era azar y algo de mala suerte. Pero era difícil deshacerse de la verdad. La jodida verdad era escurridiza, y bastaba con mitigarla dejando pasar el tiempo para que volviera con mas fuerza una noche cualquiera, cuando para intentar pasar pagina besaba unos labios desconocidos y se daba cuenta de que no eran los suyos. No había estado a la altura. La desesperación le llevó a patalear el aire, a dejar caer una lagrima que le llego mezclada con sudor a la comisura de la boca. Cerró con fuerza los puños e intento calmarse. No lo consiguió. Se acordó de ella, y sus recuerdos se hicieron cercanos, casi tangibles. Pudo incluso volver a sentir el tacto de su piel en la yema de los dedos.

Maldita sensación felicidad y su manera de aparecer después de haber perdido para siempre la esencia que la provocó.

Le despertó de la duermevela un mordisco en el labio, tierno, con una pizca de maldad, que llego seguido de un aliento cálido, de sabor dulzón. Whisky mezclado con un mentolado Pall-Mall, reconoció al instante. Era ella. Tenía tantas cosas que decirle, tantas otras que reprocharle, que solo la abrazó.

Porque era día 20, 20 de algún mes indeterminado que no conseguía recordar, y ella volvía a estar allí. Como en aquella tarde dulce de un Marzo crepuscular...

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