viernes, 1 de noviembre de 2013



El extravío de la individualidad ante un infinito difuso y desconocido. El silencio irrevocable de lo que somos, de nuestros anhelos, de nuestras dudas, de todo aquello que construimos en base a referencias inventadas desde nuestro conocimiento limitado. Al fin y al cabo, el principio de la consciencia humana siempre está en la muerte, en nuestra propia pérdida. Uno se vuelve humano cuando entiende y asume, con reparos, siempre sin creérselo del todo, la certeza de la muerte. Pero ni siquiera esa percepción nos hace sentir verdaderamente vivos. En ocasiones la desesperación, los problemas cotidianos y vitales, nos tiñen de gris el cielo de una vida que, paradójicamente nos llega a parecer invulnerable, eterna. 

Reflexiono sobre esto viendo Gravity, la última película de Alfonso Cuarón. El director mexicano nos transporta al cosmos para meternos en la piel de dos astronautas en plena misión espacial. La doctora Stone, personaje interpretado por Sandra Bullock, una ingeniera melancólica y apática por un fatídico trauma del pasado, en plena búsqueda de refugio donde silenciar las voces de la culpa, y el pinturero Matt Kowlasky, interpretado por George Clooney, un astronauta simpático y bonachón, que disfruta del que será su último viaje contando historietas e intentando batir el récord de minutos en paseo espacial del ruso Sergei Andreiev. Todo se tuerce cuando un satélite ruso explota y sus restos destrozan el transbordador que los tenía que llevar de vuelta a casa. Allí, con la constatación de su soledad extrema, empezará la aventura por la supervivencia en ese universo inmenso y bello que nos rodea, quizá lo más parecido al infinito que somos capaces de percibir.

Para seguir leyendo mi crítica de "Gravity" para la revista Hyperbole pinchad en:

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jueves, 17 de octubre de 2013


Mi nuevo articulo para la Revista Hyperbole: "Redemption Song". Bob Marley, Nelson Mandela y las virtudes de emanciparse de la esclavitud mental

En aquella época aún no sabía que anhelaría escribir como Bolaño y fotografiar como Avedon, ni tan siquiera, que algún día, llegaría a comprender el francés o la termodinámica. Pensándolo bien, creo que me dejaba llevar por aquella cita de Kurt Cobain, “no sé donde voy, no sé, solo sé que aquí no puedo estar”, que todavía no había leído, pero que permanecía escondida en el trastero oscuro de las cosas que desconocemos y que de repente descubrimos y pasan a formar parte de nosotros como si hubieran estado allí desde el principio. Solo era un adolescente normal, uno de esos adolescentes normales que vagan por el mundo sin que nadie les haga mucho caso, porque ya se encargan ellos de esconderse o de arrugar la cara cuando otra persona desdobla una sonrisa amable en su dirección. Alguien en busca de refugios donde guarecerse, donde esa madurez de la que se hablaba por todos los rincones no le encontrara. Alguien sediento de diferencia, de un alejamiento social que en una pequeña ciudad de provincias constituía todo un reto. Recuerdo con cariño uno de esos pocos refugios que me hacían sentir en calma, donde iba a husmear discos y donde terminaba comprando camisetas estrafalarias. Tipo era una de aquellas tiendas donde la iconografía rock se dejaba sentir; desde las orejas dilatadas del dependiente con dragones en el bíceps hasta los abalorios llenos de pinchos metálicos que adornaban las estanterías. Uno entraba y parecía habitar otra realidad, una realidad sugerente y casi onírica donde los acordes se mezclaban con los sueños de rebeldía. Allí fue la primera vez que escuche a Led Zeppelin o a Guns and Roses, y me deje seducir un poco por los Stones. Allí fue donde compre mis primeros discos.

Para leer el articulo completo pinchad en:

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miércoles, 9 de octubre de 2013



Extracto de mi nuevo relato para la Revista Hyperbole: "El amor es la sorpresa de los limites"

(...) La habitación estaba sumida en la penumbra. Ella entró primero y en lugar de encender la luz, se dirigió al tocadiscos y colocó uno de los viejos vinilos. Una voz ronca y melódica se adueño del ambiente. Él se acercó a ella despacio, midiendo unos tiempos imaginarios que le acercaban a la música. La agarró de las muñecas e hizo el ademán de bailar hasta el primer giro, que aprovechó para acercarla a la pared. Ella sorprendida, se vio de improvisto con la punta de la nariz rozando la pintura blanca y las manos en alto, inmovilizadas. Le gustó sentir el aliento calido en su nuca. Sus piernas se estremecieron. 

 - Ven, tengo que leerte algo… ahora – le susurró vocalizando cada silaba cerca de su cuello.

 - Te odio… de verdad que te odi… 

 Pero ya era demasiado tarde. Él dejo caer las manos por el contorno de sus brazos, acariciándola, y se dirigió a la cama. Colocó los almohadones, encendió la luz de la mesita de noche y cogió un poemario. Se tumbó y lo abrió por una página señalada con una postal de Man Ray. Era un libro de Chantall Maillard. Ella no tuvo más remedio que seguirle. Se recostó a su lado, apoyó la cabeza en su pecho y acompasó su cuerpo a la cadencia de su respiración. Antes de comenzar a escucharle, le mordió un pezón como muestra de su renuncia, de la dificultad de aplacar ese fuego interno que le devoraba las entrañas. Él se contrajo y con voz grave, sentida, empezó a leer.

 No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
 y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea, 
y nace el infinito. 
El infinito es el dolor de la razón 
que asalta nuestro cuerpo.
 No existe el infinito,
 pero sí el instante: abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido; 
en él un gesto se hace eterno.

Para leer el relato completo pinchad en:

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sábado, 8 de diciembre de 2012


“Tan solo estaba explorando los límites de la realidad. Tenía curiosidad por ver qué pasaría. Eso era todo: simple curiosidad.” Jim Morrison

Las tres o cuatro veces que fui el año pasado a pasear por Père-Lachaise, ese cementerio serpenteante y tétrico del Este de París, pasé por la tumba de Jim Morrison. Siempre me sorprendió que fuera el quinto monumento más visitado de una ciudad como París. Recuerdo que, nada más entrar, había que girar a la derecha y allí, detrás de un gigantesco árbol abarrotado de letras cargadas de amor y teorías conspiratorias, se encontraba una multitud de curiosos delante de una tumba simplona, cuya inscripción se dejaba entrever escondida entre flores marchitas. A los lados, siempre había alguna botella de Jack Daniels vacía, marcada con carmín rojo, con la etiqueta ligeramente desgastada del contacto de unos dedos que, imaginaba, habrían sobrevivido sudorosos al final de una larga noche.

Tal día como hoy, 8 de Diciembre, hace 69 años nació en el estado de Florida este icono musical maldito del siglo XX, miembro ilustre del Club de los 27. Se propuso agitar a las masas, liberarlas con su poesía de las limitaciones a las que están sometidas por el ambiente, subyugar todo al caos liberador que adopto de Nietzsche. Imagino que, ayer noche, alguien vaciaría una botella de whisky, se pintaría los labios minuciosamente y atravesaría hoy, despacio, la ligera niebla con la que seguramente ha amanecido Père- Lachaise para dejarla cerca de la tumba, justo un instante después de besarla ligeramente sin saber muy bien por qué.


viernes, 7 de diciembre de 2012


Se encontraron cuando ambos estaban perdidos por las calles de Nueva York. Eran jóvenes y talentosos, y durante un tiempo formaron una pareja que sobrepasó todos limites socialmente establecidos. De alguna manera hallaron en el otro el acicate para expresar lo que eran. Cuenta Patti Smith, en "Just Kids" que eran tan pobres que tenian que decidir, cada vez que iban al MoMa, quién entraba. Comían durante la semana galletas saladas para conseguir el dinero necesario para que uno de los dos estuviera cerca de aquéllas expresiones artísticas que tan intimamente ligadas estaban a su sensibilidad, a las que tanto ansiaban acercarse con sus creaciones. Una semana le tocó a ella y Robert Mapplethorpe la esperó en la acera de enfrente, apoyado en un parquímetro, fumando un cigarrillo. Cuando salió, la miró fijamente a los ojos, y le dijo:

"Algún día entraremos juntos, y la obra sera nuestra"



domingo, 17 de junio de 2012


¿Qué hicimos ese año? ¿Dónde enterramos el tiempo?

Un día recordaremos que en algún momento habitamos un paraíso y que ese paraíso era un ave de paso, grácil y elegante, donde la eternidad podía durar un segundo y los vientos contaban historias legendarias que nosotros nos creíamos porque éramos jóvenes y bellos y algo ingenuos, y pensábamos que la felicidad era un beso lento en una habitación con el suelo de madera, unas cortinas naranjas y tres botellas de vino medio llenas en una estantería antigua. Nos torturábamos, sí, con el futuro, y la incertidumbre, y esa desesperación tan propia de la juventud que quiere brotar y no sabe por donde, pero esa tortura era dulce, porque nos hacía sentir vivos, tan vivos como peces azules, como la primavera que calentaba nuestras cervezas en las orillas del Sena mientras sonaba alguna armónica lejana. Estábamos perdidos y lo sabíamos, pero nos resistíamos a encontrarnos intuyendo que esa indeterminación placida éramos nosotros y que no necesitábamos mucho más que comunicarnos con papeles amarillos y algún verso intenso. Todo era ficticio, es cierto, pero no habíamos vivido nada tan real en nuestras vidas, y nos reíamos del realismo a carcajadas entre humo de cigarrillos rubios y suspiros de Jack Daniels.

¿Qué hicimos ese año? ¿Dónde enterramos el tiempo?

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viernes, 11 de mayo de 2012



La noche sugiere silencio. El lento despertar de los semáforos juega con el tráfico disperso. Dos siluetas negras miran el movimiento lento de las hojas de los árboles. Fuman, callan. Piensan en la belleza, quizá en qué es el amor. Podrían estar en cualquier otra parte, pero el tiempo les persigue. Les encuentra allí. Perciben el sonido de pasos desconocidos, de algunas voces agitadas por el alcohol y los vicios, de gatos callejeros de instinto felino. Aún no se han atrevido a empezar el viaje que les llevará a encontrarse pero se sienten seguros bajo la mirada de los dioses que no existen. Ella tendrá el impulso de acariciarle la mano, de tragar saliva, de preguntarse porqué todo es tan difícil. Él apretará su pantalón vaquero, y tratará de no olvidar su sonrisa traviesa cuando cierre los ojos. La noche hará lo preciso para seguir caminando aunque ellos teman perderse en la inmensidad del olvido. 

Levantaran la vista y miraran el lento movimiento de las hojas de los arboles. Hay cierta intimidad en el silencio compartido.

lunes, 7 de mayo de 2012


Corría entre la hierba. Era temprano. Temprano incluso para el sol, que comenzaba a aparecer a lo lejos con algún rayo de luz tibio. Podía notar como poco a poco sus tobillos recogían la humedad del rocío. Se sentía liviano, ligero, invadido por un extraño ímpetu. En cierto momento, incluso, miró hacía atrás buscando sus huellas. Temía que aquel vigor solo fuera un sueño, un relato placido de su subconsciente, pero cuando se giró las vio dibujadas en la hierba. Encontró la señal del peso entre tanta levedad. Le tranquilizó notar el contraste, los extremos. Luego, se concentró en la carrera, en el ritmo constante de su respiración. El aire acariciaba sus mejillas, y el ambiente húmedo le recordó los veranos de su infancia, el olor a Septiembre, a tormenta de verano. Había pasado mucho tiempo, pero tenía la sensación de no haberse dado cuenta, de no saber como había llegado hasta allí. Quizá había sido lo bastante frívolo como para jugar con los segundos como si fueran eternos. Como si su sucesión pudiera estirarse hasta un infinito lejano y nebuloso, inimaginable en su realidad de objetos cotidianos y finitos. Aceleró el ritmo y enseguida, comenzó a jadear. La eternidad quizá fuera un cementerio de sueños, pensó, las mañanas traen olvidos y en la belleza, al final, hay algo de efímero. No pudo evitar sentirse algo desorientado, confuso. Ni siquiera sabía que diablos, hacia allí, corriendo hacía ninguna parte.

Algo le hizo cosquillas en la frente. Intentó abrir los ojos pero le cegó el sol de mediodía. Estaba tumbado en la hierba, y unas gotas de sudor resbalaban por su cara. Se sintió extrañamente feliz al oír el sonido de la naturaleza a su alrededor. Era un perfecto día de primavera. Alzó la mano y acarició su barba. La noto algo más larga. Sonrió. 

viernes, 4 de mayo de 2012



Podría imaginarla tumbada en la cama con los ojos perdidos en alguna parte de la habitación. Encima de la colcha, abierto, estaría su libro del momento, o quizá el diario de Susan Sontag, que rozaría levemente con la punta de los dedos para no perder del todo el contacto con la realidad. Sus labios estarían mojados, y un suave olor a whisky acompañaría alguno de sus suspiros. Los suspiros eran la primera etapa de sus sueños, ya que la resignación no formaba parte de su carácter. Estaría desnuda, y algunas motas de luz se atreverían a rozar sus muslos blancos, fuertes. Sonaría Neil, y de algún modo, Bob miraría inquieto desde el otro lado del poster esperando su turno.

Llegado el momento se levantaría, cogería el paquete de Golden Virginia y caminaría segura hacía la ventana. Vería la lluvia y notaría el calor del radiador en sus rodillas. No se hasta que punto pensaría en mí en alguna de sus caladas, pero la invadiría el vértigo al pensar en París. Buscaría su cuaderno negro y el bolígrafo azul y escribiría alguna linea desesperada, hasta que Bob, por fin, o quizá Patti o nuestra Janis, la devolvieran a la ventana, a la lluvia. Los viejos rockeros siempre llegan a tiempo. 

Sonreiría por verse ahí, reflejada en el cristal, ella misma, aquella a la que quizá siempre había temido ignorar, a la que siempre había esperado. Ya no le importarían los inviernos largos, ni la soledad efímera. Intuiría que ya nadie podría robarle Paris, que Paris no se acabaría nunca. 

Había recuperado el placer por escribir, por ella.

lunes, 23 de abril de 2012




Arte son miradas perdidas en la soledad de los andenes.

Arte es la evasión ingenua de una sociedad que te obliga a ser igual. Igual a otros.

Arte es una ciudad de orquídeas gobernada por monstruos imaginarios.

Arte es un pelo negro, recién lavado, y una sonrisa traviesa. Es la expresion fragil de unos ojos dulces. Quizá color almendra.

Arte es belleza con nervio, con fobias. Alguien que tiene algo que decir y se desespera porque nadie lo oye.

Arte es silencio. Silenciar el nihilismo.

Arte es desafio, una valiente lucha contra la duda.

Arte es la sensación que me permite saber que estas ahí, aunque no estés y eso aun no lo sepa.

Arte es desesperación y extremismo, que tu sombra sea gigante comparada con tu cuerpo.

Arte es compromiso, y, ahora, decadencia.

Arte es la solución al caos.

Arte es la mirada melancólica de una chica que se come las uñas.

Arte es nada y lo es todo.

Arte es el espejo quebrado que sostiene tu lágrima.

Arte es blues, y es Paris, y es haberte encontrado debajo de un sombrero negro fumando un cigarrillo. Y soñando.

Arte es tomar constancia de que la música muda también se oye.

Arte es saber que todo esta perdido, y aún así, creer en la vida, y hacerlo con intensidad.

Arte es escribir un diario. Es encontrarse en medio de algún jardin rodeado de cerezos.




martes, 17 de enero de 2012



Le rozó la mano con ternura, acaricio su pelo, cerro los brazos en torno a su cintura. Apretó con fuerza.  Podía notar como sus uñas largas, rojas, se clavaban en la parte posterior de su espalda. Era domingo, y una lluvia fina cubría una ciudad llena de sombras. Quería hacerle sentir que estaba allí, aunque quizá llevaba mucho tiempo removiendo la sopa demasiado rápido, devorando botellas de Jack Daniels en madrugadas solitarias. Pensó en la carta amarilla, en su olor a perfume Ralph Lauren,  en su escondite en el cajón de la lencería. Cerró los ojos, contuvo un suspiro y le dio una pequeña palmada en el trasero. De una patada suave se deshizo del edredón y se dirigió a la cocina. Él no pudo evitar mirar sus nalgas desnudas desvaneciendose en la oscuridad del largo pasillo. Enseguida le llegó el olor a café, a tostadas recién doradas, el sonido del cuchillo al cortar las naranjas para el zumo. Perdió la noción del tiempo y cuando la vio llegar con la bandeja, pensó que le encantaba su pelo largo, negro, incluso recién levantada. La sonrió. Ella dejó la bandeja en la mesilla de noche, encendió la radio y descorrió las cortinas. Un tibio rayo de sol se deslizó juguetón por la ventana y la radio inundó la habitación con música soul. Se sentó a su lado, y el recuerdo de la carta se volvió más intenso, más cercano. Por un momento estuvo a apunto de gritar, de deslizar una lagrima por su mejilla, de confesarlo todo. Pero luego miró sus cejas. Le gustaban mucho sus cejas pobladas. Fue entonces cuando rozó suavemente el café con la punta de la lengua y se recostó sobre su pecho desnudo. 

El ruido del mundo esta hecho de silencios.


martes, 11 de octubre de 2011


Al final del camino, todo es desierto. Solo hay maneras de vivir, y de morir. Maneras de aproximarse a la nada. Quizá el arte sea la única solución al nihilismo, a la apatía de dejarse gobernar por el caos, por el miedo. La trascendencia de la emoción individual.

Aquel día alguien había escrito "Liberte" con piedras en la tumba de Paul Eluard. Él paseaba sumido en si mismo, las manos en los bolsillos, la cabeza gacha. Una pequeña lluvia fina mojaba su cara. Miró la tumba, y se dejó llevar por la nostalgia del Otoño. Recordó alguno de los versos de Eluard que le gustaban. Pensó en aquellos que habían tenido un sentido más allá del literario, aquellos que en algún momento se habían llegado a entrelazar con su propia vida.

Je t'aime pour toutes les femmes que je n'ai pas connues
Je t'aime pour tous les temps où je n'ai pas vécu
Enseguida, empezó a notar como puñaladas las sensaciones de otra época. Latían de cada palabra, quizá de la sonoridad de cada verso. Alguien esta vivo, cuando alguien lo recuerda, pensó. O quizá por como lo recuerdan. Por eso la importancia del discurso, del lenguaje, del arte, en la manera de vivir. Pero también en la de morir. Él lo sabía bien, porque aquellos versos no le traían más que sensaciones vacías, silencios solemnes. Y Eluard no tenía la culpa, y no tendría porque haber sido así. La realidad era otra, los amaba, aunque pensara (y temiera) que los finales desenmascaran la importancia de lo vivido.

Pero las tardes de Otoño no tienen nombre, ni piedad, ni recuerdos, solo la forma de una hoja seca que alguien pisa en un cementerio.


viernes, 7 de octubre de 2011



Esa sensación que le persigue, le gusta.
Pero hoy, como siempre,
es demasiado tarde para interiorizarla.
Solo la siente pasar, lenta, escurridiza,
como un sueño pretencioso.

De alguna manera, va detrás de sí mismo
como si eso le sirviera para comprenderse,
para engañarse.

jueves, 9 de junio de 2011


Me gusta pensar que soy dos y a la vez ninguno. Tres incluso, pero no siempre, porque no soy nadie y lo soy todo. Pero me quedo con dos. Con aquellos dos que se niegan y se aman, se devoran y se alejan, se achacan y se envilecen. Atraídos por la oscura seducción de ser yo, y no otro, y no cualquiera. Aunque al final sea solo parte de ti.


martes, 3 de mayo de 2011


- ¿Y si al final nos convertimos en una mirada desconocida? ¿ y si nos hacemos tan ajenos como cualquiera de esos estúpidos individuos que no comparten nuestro lenguaje cómplice?

Ella le miro de reojo y suspiro. Sus mejillas se sonrojaron, y apareció esa sonrisa tibia, segura, que a él tanto le gustaba.

- Eso no pasará nunca idiota. Nadie es capaz de comprenderme como tú. Siempre tienes las palabras que a mi me faltan. Creo que nunca podré dejar de mirarte como te miro ahora. Has sido el único capaz de quedarte con parte de mi angustia existencial, con parte de esos miedos que algunas noches me recorren la espalda en forma de escalofrío y que solo he conseguido calmar apoyando la cabeza en tu hombro. Solo me hace falta saber que estas ahí, a mi lado, para sentirme segura, para armarme de valor y luchar contra los pensamientos que me atormentan. Solo lo he conseguido contigo. Por eso no podría mirarte de otra manera que no fuera esta. Te quiero…

- Y yo… Pero todo ha ido demasiado bien, ha sido un camino de rosas. Ya sabes que soy un poco pesimista y sé por experiencia que la calma del mar esconde la furia de la olas. Me da miedo pensar que podamos estar viviendo una ficción, una buena escena teatral en la que no seamos nosotros los actores principales, sino nuestros dobles benignos. ¿Qué será de nosotros cuando aparezca la tensión, la presión de saber que algo va mal? ¿Sabremos recordar estos tiempos en los que las madrugadas nos descubren desnudos en tu buhardilla?

Él la miro entornando los ojos. Acerco la mano al cenicero y le dio una calada suave al cigarrillo que había dejado a medias. Pensó que algo de música podría hacer significativo el momento y sin saber bien porque se le vino a la cabeza el verso de Cesare Pavese: "vendrá la muerte y tendrá tus ojos". Tenía que sonar Calamaro.

- Claro que sabremos. Además que demonios importa. ¿Para que anticipar?. Me gusta como eres. Lo que representas. Me encanta empaparme de tus sueños, saber que cultivas un discurso, una manera de mirar el mundo. Siempre tienes algo que decir, pero eres capaz de escuchar, de ser flexible cuando la ocasión lo merece. Además tienes ese pequeño punto de pesimismo que te hace dudar de lo que sabes, de lo que ves, que te hace crecer, superarte. Sé que si algo pasa, si la tormenta nos ataca, sabremos reaccionar. Creo en ti. Sé que tuve suerte de que la vida nos cruzara y sé, también, que si alguna vez te pierdo, volvería, volvería a por ti. Tú quizá no lo entiendas.

Él poso su ojos en ella con dulzura. Dejó el cigarrillo en el cenicero y le acaricio las mejillas con el dorso de las manos.

- Yo si que tuve suerte. Siempre creí que me dejaría engañar por el maquillaje y el encanto de la noche, por la banalidad y el magnetismo que emana de los que queman el tiempo como si no hubiera mañana, sin pensar mucho más allá de lo que les dicta su estomago en cada momento. Hasta que apareciste de repente, creía que solo tendría relaciones superficiales, de esas que al echar la vista atras, cuando el rímel se ha corrido y a la noche solo le queda la luna, se descubren vacias, sin esencia. Me gusta poder llenar de palabras el silencio, compartir los mismos sueños y potenciar nuestras virtudes por cultivar las mismas pasiones. Creo que a veces me entra tanto miedo porque creo que te buscaba desde mucho antes de encontrarte. Eres tú.

Ella dejo escapar la lagrima que le brotaba del ojo y le abrazó.

- Ven aquí. Bésame.

Fuera, unas nubes negras aventuraban que el cálido día iba a terminar en tormenta. El primer relámpago los asusto mientras se devoraban a versos y revoloteaban entre las sabanas amarillas de la buhardilla que presidia "Marilyn" de Warhol.

martes, 19 de abril de 2011


Hoy voy a tener el honor de cederle la palabra a Bertrand Russel (el que fuera maestro de Wittgenstein y uno de los grandes filosofos del siglo XX), que en 1930 en uno de los capítulos de ese magnifico libro titulado "La conquista de la felicidad" desgrana minuciosamente los peligros y las posibilidades del ambiente en el que se vive como factor clave para el desarrollo personal. Es un tema que me interesa mucho y que creo que hay que tener muy en cuenta a la hora de buscar una parcela de poder y acomodo en la sociedad. Quizá ese sea nuestro gran reto, rodearnos de personas que nos gusten y con las que compartamos sueños, que nos permitan expresarnos tal y como somos y sean capaces de quedarse con parte de nuestra angustia existencial. Nadie mejor que Russel para ponerle palabras a esta idea:

"Muy pocas personas pueden ser felices sin que su modo de vida y su concepto del mundo sean aprobados, en términos generales, por las personas con las que mantienen relaciones sociales y, muy especialmente, por las personas con que viven. Una peculiaridad de las comunidades modernas es que están divididas en sectores que difieren mucho en cuestiones de moral y creencias. Esta situación comenzó con la Reforma, o tal vez con el Renacimiento, y se ha ido acentuando desde entonces. Había protestantes y católicos que no solo tenían diferencias en asuntos de teología, sino en muchas cuestiones prácticas. Había aristócratas que se permitían hacer ciertas cosas que no eran toleradas entre la burguesía. Después, hubo latitudinarios y librepensadores que no aceptaban la imposición de un culto religioso. En nuestros tiempos, y a todo lo ancho del continente europeo, existe una profunda división entre socialistas y no socialistas, que no solo afecta a la política sino a casi todos los aspectos de la vida. En los países de habla inglesa, las divisiones son muy numerosas. En algunos sectores se admira el arte y en otros se lo considera diabólico, sobre todo si es moderno. En ciertos sectores, la devoción al imperio es la virtud suprema, en otros se considera un vicio y en otros una estupidez. Para las personas convencionales, el adulterio es uno de los peores delitos, pero grandes sectores de la población lo considera excusable, y hasta positivamente encomiable. El divorcio está absolutamente prohibido para los católicos, pero casi todos los no católicos lo consideran un alivio necesario del matrimonio.

Debido a todas estas diferencias de criterio, una persona con ciertos gustos y convicciones puede verse rechazada como un paria cuando vive en un ambiente, aunque en otro ambiente sería aceptada como un ser humano perfectamente normal. Así se origina una gran cantidad de infelicidad, sobre todo en los jóvenes. Un chico o una chica capta de algún modo las ideas que están en el aire, pero se encuentra con que esas ideas son anatema en el ambiente particular en que vive. Es fácil que a los jóvenes les parezca que el único entorno con el que están familiarizados es representativo del mundo entero. Les cuesta creer que, en otro lugar o en otro ambiente, las opiniones que ellos no se atreven a expresar por miedo a que se les considere totalmente perversos serían aceptadas como cosa normal de la época. Y de este modo, por ignorancia del mundo, se sufre mucha desgracia innecesaria, a veces solo en la juventud, pero muchas veces durante toda la vida. Este aislamiento no solo es una fuente de dolor, sino que además provoca un enorme gasto de energía en la innecesaria tarea de mantener la independencia mental frente a un entorno hostil, y en el 99 por ciento de los casos ocasiona cierto reparo a seguir las ideas hasta sus conclusiones lógicas. Las hermanas Brontë nunca conocieron a nadie que congeniara con ellas hasta después de publicar sus libros. Esto no afectó a Emily, que tenía un temperamento heroico y grandilocuente, pero sí que afectó a Charlotte, que, a pesar de su talento, siempre mantuvo una actitud muy similar a la de una institutriz. También Blake, como Emily Brontë, vivió en un aislamiento mental extremo, pero al igual que ella poseía la grandeza suficiente para superar sus malos efectos, ya que jamás dudó de que él tenía razón y sus críticos se equivocaban. Su actitud hacia la opinión pública está expresada en estos versos:

El único hombre que he conocido
que no me hacía casi vomitar
ha sido Fuseli: era mitad turco y mitad judío.
Así que, queridos amigos cristianos, ¿cómo os va?

Pero no hay muchas personas cuya vida interior tenga este grado de fuerza. Casi todo el mundo necesita un entorno amistoso para ser feliz. La mayoría, por supuesto, se encuentra a gusto en el ambiente en que le ha tocado vivir. Han asimilado de jóvenes los prejuicios más en boga y se adaptan instintivamente a las creencias y costumbres que encuentran a su alrededor. Pero para una gran minoría, que incluye a prácticamente todos los que tienen algún mérito intelectual o artístico, esta actitud de aquiescencia es imposible. Una persona nacida, por ejemplo, en una pequeña aldea rural se encontrará desde la infancia rodeada de hostilidad contra todo lo necesario para la excelencia mental. Si quiere leer libros serios, los demás niños se reirán de él y los maestros le dirán que esas obras pueden trastornarle. Si le interesa el arte, sus coetáneos le considerarán afeminado, y sus mayores dirán que es inmoral. Si quiere seguir una profesión, por muy respetable que sea, que no haya sido común en el círculo al que pertenece, se le dice que está siendo presuntuoso y que lo que estuvo bien para su padre también debería estar bien para él. Si muestra alguna tendencia a criticar las creencias religiosas o las opiniones políticas de sus padres, es probable que se meta en graves apuros. Por todas estas razones, la adolescencia es una época de gran infelicidad para casi todos los chicos y chicas con talentos excepcionales. Para sus compañeros más vulgares puede ser una época de alegría y diversión, pero ellos quieren algo más serio, que no pueden encontrar ni entre sus mayores ni entre sus coetáneos del entorno social concreto en que el azar les hizo nacer.

Cuando estos jóvenes van a la universidad, es muy probable que encuentren almas gemelas y disfruten de unos años de gran felicidad. Si tienen suerte, al salir de la universidad pueden encontrar algún tipo de trabajo que les siga ofreciendo la oportunidad de elegir compañeros con gustos similares; un hombre inteligente que viva en una ciudad tan grande como Londres o Nueva York casi siempre puede encontrar un entorno con el que congeniar, en el que no sea necesario reprimirse ni portarse con hipocresía. Pero si su trabajo le obliga a vivir en una población pequeña y, sobre todo, si necesita conservar el respeto de la gente corriente, como ocurre por ejemplo con los médicos y abogados, puede verse obligado durante casi toda su vida a ocultar sus verdaderos gustos y convicciones a la mayoría de las personas con que trata a lo largo del día. Esta situación se da mucho en Estados Unidos, debido a la gran extensión del país. En los lugares más improbables, al norte, al sur, al este y al oeste, uno encuentra individuos solitarios que saben, gracias a los libros, que existen lugares en los que no estarían solos, pero que no tienen ninguna oportunidad de vivir en dichos lugares, y solo muy de vez en cuando pueden hablar con alguien que piense como ellos. En estas circunstancias, la auténtica felicidad es imposible para los que no están hechos de una pasta tan extraordinaria como la de Blake y Emily Brontë. Si se quiere conseguir, hay que encontrar alguna manera de reducir o eludir la tiranía de la opinión pública, y que permita a los miembros de la minoría inteligente conocerse unos a otros y disfrutar de la compañía mutua.

En muchísimos casos, una timidez injustificada agrava el problema más de lo necesario. La opinión pública siempre es más tiránica con los que la temen obviamente que con los que se muestran indiferentes a ella. Los perros ladran más fuerte y están más dispuestos a morder a las personas que les tienen miedo que a los que los tratan con desprecio, y el rebaño humano es muy parecido en este aspecto. Si se nota que les tienes miedo, les estás prometiendo una buena cacería, pero si te muestras indiferente empiezan a dudar de su propia fuerza y por tanto tienden a dejarte en paz. Desde luego, no estoy hablando de las formas extremas de disidencia. Si defiendes en Kensington las ideas que son convencionales en Rusia, o en Rusia las ideas convencionales en Kensington, tendrás que atenerte a las consecuencias. No estoy pensando en estos casos extremos, sino en rupturas mucho más suaves con lo convencional, como no vestirse correctamente, pertenecer a cierta iglesia o abstenerse de leer libros inteligentes. Estas salidas de lo convencional, si se hacen alegremente y sin darles importancia, no en plan provocador sino con espontaneidad, acaban tolerándose incluso en las sociedades más convencionales. Poco a poco, se puede ir adquiriendo la posición de lunático con licencia, al que se le permiten cosas que en otra persona se considerarían imperdonables. En gran medida, es cuestión de simpatía y buen carácter. A las personas convencionales les enfurece lo que se sale de la norma, principalmente porque consideran estas desviaciones como una crítica contra ellas. Pero perdonarán muchas excentricidades a quien se muestre tan jovial y amistoso que deje claro, hasta para los más idiotas, que no tiene intención de criticarlos.

Sin embargo, este método de escapar a la censura es imposible para muchos, cuyos gustos u opiniones les granjean la antipatía del rebaño. Su falta de simpatía les hace sentirse a disgusto y adoptar una actitud beligerante, aunque guarden las apariencias o se las arreglen para evitar los temas espinosos. Y así, las personas que no están en armonía con las convenciones de su entorno social tienden a ser irritables y difíciles de contentar, y suelen carecer de buen humor expansivo. Estas mismas personas, transportadas a otro entorno donde sus puntos de vista no se considerasen raros, cambiarían por completo de carácter aparente. Dejarían de ser serias, tímidas y reservadas, y se volverían alegres y seguras de sí mismas; dejarían de ser ásperas y se volverían suaves y de trato agradable; dejarían de vivir centradas en sí mismas para volverse sociables y extravertidas.

Así pues, siempre que sea posible, los jóvenes que no se sienten en armonía con su entorno deberían procurar elegir una profesión que les dé oportunidades de encontrar compañía similar a ellos, aun cuando esto signifique una considerable pérdida de ingresos."

domingo, 10 de abril de 2011


Este fin de semana primaveral entre llamadas inesperadas de amigos y cervezas con mis padres y Guille me he visto envuelto en varias diatribas y conversaciones sobre política. Es curioso lo difícil que es mantener las ideas que uno parece tener claras cuando te sientes sometido a la presión de otros argumentos, a la necesidad de matizar las pequeñas zonas indeterminadas para que tu discurso tome el vigor y la potencia necesaria para contrarrestar ideas contrarias. Es ahí, cuando tienes que entrar en profundidad en lo que crees, cuando ves los diferentes puntos de vista y los problemas que te exponen tus contrincantes dialecticos, donde te das cuenta de la dificultad de la organización social, de contentar a unos y a otros manteniendo con entereza la línea de actuación que te has propuesto llevar a pesar de las presiones. Donde palpas de primera mano los limites de tu propio conocimiento, la falta de lecturas que muchas veces te hace desconocer lo que otros seres humanos hicieron en su momento y como funcionaron esas actuaciones aplicadas a la realidad. Es en esos instantes donde tienes la necesidad de conocer datos objetivos, de saber donde buscarlos y tener la capacidad de localizarlos entre la información sesgada por extremismos o por desconocimiento de causa (algo íntimamente ligado a esa cualidad algo olvidada que se llama cultura). La política no es fácil, requiere de gente bien educada tanto en un lado como en otro de la trinchera, desde los votantes a los representantes en los órganos más elevados. Requiere cierta reflexión, cierto debate productivo entre idea contrarias que en ocasiones pueden complementarse sin necesidad de hacer sangre por ello. Requiere también ciertos conocimientos (yo me aventuraría a decir que mejor extensos) de las ideologías políticas y económicas que han surgido a lo largo de la historia, cierta perspectiva a largo plazo y el don de rodearse de la gente adecuada y formada debidamente para desempeñar las labores de gestión de esas ideas.

Veo con irritación el desarrollo del debate político en España (que se podría extrapolar a muchos otros países). Me cansa el cruce de acusaciones falaces y descalificadoras de unos y de otros, las cansinas soflamas que los asesores de imagen preparan para llenar de palabras el tiempo y no decir nada, la necesidad de negar verdades de cara al publico hasta que no hay más remedio que aceptarlas, la adopción de medidas exageras, demagógicas y virulentas al menor incidente mirando solo el corto plazo y las previsiones electorales, la sumisión a las reglas marcadas por las ideas económicas de los años 80 basadas en el culto a la privatización y al sector privado, la admiración acrítica y desmedida por los mercados no regulados, el desprecio del sector público y la ilusión de crecimiento infinito sin poner ningún cortapisas ético. Supone un martirio ver como medidas buenas son descalificadas por ser del partido contrario, como nadie es capaz de fundamentar un acuerdo que permita lograr una constancia legislativa en busca de la excelencia en temas tan importantes como la educación y mantenerla a largo plazo, como ser ministro no implica tener un conocimiento profundo de la materia a ejercer. Todo huele a corrupción y a enchufismo, a ansias de poder y de colocar a los afines en los cargos dirigentes. Parece que es mejor que el país se hunda o que lo rescaten financieramente (ahora que esta de moda) ,para proyectar más miserias y deslegitimar de manera definitiva el trabajo de los otros, que intentar contribuir a la resurrección económica que supondría un impulso bastante mejor para los intereses comunes. Nadie se atreve a reconocer sus errores, a ser honesto, a contar la verdad por dolorosa que sea, a pesar de que muchas veces de las frustraciones y de un buen relato de las equivocaciones se puedan conseguir cimientos más sólidos y un conocimiento más profundo de las líneas a seguir para no repetirlos.

Pero creo que, a pesar de todo, me irrita aun más el discurso pasota de la mayoría de gente universitaria con la que me cruzo. Esas frases de: "la política no sirve para nada", "no puedo participar en política", "bah, para que hablar de esto, si total, no podemos hacer nada", "que más da quien gobierne, que digan o que hagan, vamos a tomarnos una cerveza", "joder, que aguafiestas esos dos que están hablando de política, que de eso no se habla, que estamos de buen rollo", "que no me hables en esos términos, que la política la tiene que entender todo el mundo y todo el mundo puede ser presidente, que lo ha dicho Zapatero"… Es evidente que la calidad de la clase política actual y la desorientación ideológica sufrida tras la caída del comunismo y el sometimiento a las leyes económicas liberales como única vía, han contribuido a reforzar ese tipo de opiniones, pero pese a ello no creo que tengamos que reaccionar con ese victimismo pusilánime. No creo que la manera de afrontar la situación sea desconectando y creyendo perdida la batalla por otro tipo de statuo quo. No es hora de abdicar, es hora de formarse, de aprender, de ponerse a pensar, de aceptar las reglas de juego vigentes y conseguir con ellas una sociedad más sana, más limpia, sin corrupción, con una clase dirigente y unos votantes comprometidos por los intereses comunes. Es hora de pelear por un futuro mejor, de darle a la organización social y económica la importancia que merece. Y esos nos incluye a todos porque nos afecta a todos. Nuestra felicidad esta íntimamente ligada a la estabilidad política, al mantenimiento de una serie de condiciones sociales, económicas y educativas, sin las cuales reinaría el caos, y con las que ninguno de nosotros deberiamos jugar y mucho menos obviar. Dejémonos de pasotismos estériles e inocuos e intentemos lograr las metas que creemos que podemos lograr. Vamos a dejar de rasgarnos las vestiduras y vamos a ponerle la formación y el corazón que le falta al panorama que vemos. Vamos a cambiar todo esto desde dentro para que no sea necesario dominar el arte de la felación para ascender, y se empiecen a valorar solo los meritos y las ideas refrescantes que propugnes. Tu valor como persona y no lo bien que sonrías a la jodida cámara. Suena utópico, suena a arenga bienintencionada y un tanto surrealista, pero ¿por qué no intentarlo?, ¿por qué no probar? ¿es mejor dejar la política en manos de guetos, de gente sedienta de dinero y poder? (con esto no estoy diciendo que en la actualidad no haya políticos honestos, que se rijan por sus ideales e intenten en su parcela de poder ejercer su trabajo lo mejor posible, seguro que los hay, y seguro que bastantes más de los que parece, pero tampoco hay que olvidar la sensación palpable de que algo huele a podrido)

Obama nunca hubiera llegado al poder si Rosa Park no se hubiera quedado sentada en aquel autobús para blancos y Martin Luther King no hubiera creído en la posibilidad de ganar esa batalla y conseguir la igualdad de derechos entre razas. Nada se consigue si no se intenta, si no se tiene un sueño que perseguir. Rebelémonos, sí, como dice Stephane Hessel en "Indignaos", pero no llorando, no pasando, no lamentándonos por como esta el panorama actual. Sabiendo donde jugamos y los mecanismos que rigen sus reglas. Vamos a creer en nosotros, vamos a pensar que podemos, vamos a estudiar a los personajes que lograron convertir en realidad una esperanza lejana.

P.D: Mientras alguien lee esto seguro que más de una sonrisa maquiavélica se tensa en algún lado del país alentando a la masa a limpiar su nombre corrupto por medio de un instrumento tan desdeñable en esos casos como son unas elecciones democráticas. Millas en este articulo y con la ayuda de una foto que solo con verla define, pone palabras a ese sentimiento repulsivo.

lunes, 28 de marzo de 2011


Y no estas tú, aunque tu maldito albornoz siga en el baño recordando que estuviste. Me da miedo tocarlo, estrujarlo como la última vez y no notar tus curvas al otro lado de esa fina tela. Me da miedo esconderlo, por si me olvido de ti, de que existimos, de que alguna vez fuimos capaces de querernos a pesar de un futuro incierto. Pero hoy no soy yo, hoy no tengo memoria. Hoy veo el albornoz y es solo un albornoz, y no la magdalena de Proust que se encargaba todas la mañanas de abrir la caja de pandora de las sensaciones pasadas. Hoy no estas tú, pero tampoco estoy yo, y el baño parece vacío, aunque unos ojos verdes me miren fijamente desde el otro lado del espejo. Hoy ni siquiera parece existir el beso carmín que dejaste olvidado en un azulejo, y que me había acostumbrado a besar entre el vaho del agua caliente. Hoy no, hoy solo noto la presencia de mi ausencia, de ese yo que no era yo. Y me descubro de pronto, mirándome, ajeno al lugar, con una sonrisa torcida. Una de esas que esconden el punto de maldad que tiene haber estado demasiado tiempo dormido. Y me doy la bienvenida con una mirada de determinación y un puñetazo en el espejo. Estoy aquí. De nuevo.

viernes, 18 de marzo de 2011


Leí la biografía de Oriol Regas este año, en Torrevieja, cuando ella y yo disfrutábamos los últimos días de un verano que la vería partir a Alemania. Recuerdo que después de cenar nos sentábamos en la terraza, y acompañados por la brisa dulzona del mediterráneo jugábamos a escribirnos en los diarios o nos zambullíamos en algún libro mientras Quique González sonaba de fondo y nos acariciábamos furtivamente la mano. El tiempo por entonces era nuestro y gustábamos de disfrutarlo en los pequeños placeres que compartíamos. Ella leía "El factor humano" y yo "Los años divinos" , que papá había comprado días antes y en el que había una foto de un tipo con bombín en la portada que me imantó de tal manera que no tuve más remedio que descubrir quien era. Apenas había oido hablar de Oriol Regas hasta entonces. La "Gauche Divine" y "Bocaccio" solo eran términos que salían en alguna que otra conversación pero no hubiera sabido contextualizarlos. Fue una casualidad estupenda toparme con él, con una vida que me abrió la mente y estimulo mis sentidos. Porque Oriol era empresario, pero un empresario especial, de los que me gustaría ser a mi, de esos cercanos al mundo de la cultura, del cine, de la música… Precursor de eventos más por amor a un progreso personal que a la mera obtención del beneficio, sin olvidar que esto ultimo es importante para conseguir lo primero. Hizo Bocaccio en pleno franquismo y dio aire a una generación que necesitaba liberarse de tanta caspa. Logro reunir a escritores, filósofos, poetas, fotógrafos, arquitectos, artistas (Aute, Serrat, Dali, Vicente Aranda, Carlos Barral, un joven Vila-Matas, Rosa Regas, Garcia Marquez, Vazquez Montalban, Elisenda Nadal, Colita, Miserach, Gil de Biezma...), gente diversa que intercambiaban conocimiento y conversaciones al compas de whiskys bien servidos. Gente que transgredió las normas y los pilares de una época oscura y que vivieron según sus convicciones en territorio hostil. Cuentan que fue en Bocaccio donde las mujeres empezaron a bailar solas y sin sujetador, liberadas de corsés y prejuicios, donde se comenzaron a agrietar los valores de naftalina que habían impuesto una educación represiva y una Iglesia católica con demasiado poder . Oriol además fue productor de cine, editor de libros, organizador de conciertos ( de Raimon, de Llach, de Maria del Mar Bonet) alguien con un apetito fáustico por la acción y por la vida. A nivel personal me fascino ese espíritu aventurero que le hizo embarcarse en el junco "rubia" para viajar de Hong Kong a Barcelona navegando en uno de esos cachibaches chinos con todas las dificultades que conllevaba y por la que le concedieron la Medalla al Merito Deportivo o aquella otra vez en la que se recorrió África de punta a punta (la operación impala) en moto sin GPS ni móvil, ni helicóptero de seguimiento. Fue además un gran motorista a nivel internacional. Aun así las memorias dejan un poso de melancolía ya que a pesar de triunfar siempre se sintió frágil y la sombra de la depresión se posaba en él con relativa frecuencia.

Hoy papá me despierta con la noticia de su muerte por un derrame cerebral y recuerdo esos días tan agradables en Torrevieja en los que me metí en su mundo y descubrí que no me importaría ser el empresario que él representó. Ese capaz de unir el dinero con la cultura, la noche con la intelectualidad, el talento con la ambición por cambiar las cosas. Va por ti, Oriol.

IN MEMORIAM

miércoles, 9 de marzo de 2011


Para encontrarse quizá sea necesario perderse. Dejar de lado la vida, los sueños, vagar sin pensar en nada, desconectar de lo que te aflige. Llegar a un punto en el que la caída sea la calma, pero sin perder la perspectiva de que allá, abajo, tiene que haber un suelo en el que rebotar. Quizá sea algo así como esperar tu momento con la tranquilidad que da el conocerse, saber lo que se desea, intuir las posibilidades de tus características. A veces es necesario esconderse, huir del tiempo presente y formarse para luego explotar en el momento justo, con las personas adecuadas, en un ambiente prolijo. No angustiarse por vivir a ciegas en sitios donde las cicatrices amenazan con convertir tu cuerpo en una foto de Richard Avedon. No cometer errores por la pulsión de agradar a las hienas. Simplemente dominar el tiempo con el ritmo de una buena música, las letras de una gran novela, las cervezas vacías de una conversación con amigos de verdad en una tetería oscura… Y es entonces cuando la ficción te reencuentra con la realidad y conectas con la fuerza necesaria para despertar tu yo dormido. Y te das cuenta de los matices de vida. Y disfrutas el momento a la espera de que los tiempos cambien y llegue el tuyo.

miércoles, 16 de febrero de 2011





Este blog participa en el III CONCURSO BLOG UCLM

http://extensionuniversitaria.uclm.es


jueves, 20 de enero de 2011


La noche terminó entre sonrisas de euforia, pitillos a medias, rímel corrido. Pero se levantó solo, atenazado por un dolor de cabeza que no le dejaba pensar más allá de lo que veía delante de sus narices. Intento frotarse los ojos con fuerza, mirarse en el espejo, orinar a tientas, pero lo dejo por imposible al no encontrar la llave de la luz. Se tumbó en el sofá azul y se dejo llevar por una música suave que alguien acababa de poner, sin percatarse de que era ridículo que el tocadiscos se pusiera a funcionar de manera espontanea. Sintió vértigo, un miedo profundo que había comenzado la noche anterior cuando, a pesar de las sonrisas que le dirigían, se encontró solo en medio del tumulto de gente y los chupitos de absenta. Un sudor frio, pegajoso, empezó a surgir en su frente, de inmediato, visceral. Intentó frenarlo engañándose, convenciéndose de nuevo de que había tomado las decisiones correctas, que el resto era azar y algo de mala suerte. Pero era difícil deshacerse de la verdad. La jodida verdad era escurridiza, y bastaba con mitigarla dejando pasar el tiempo para que volviera con mas fuerza una noche cualquiera, cuando para intentar pasar pagina besaba unos labios desconocidos y se daba cuenta de que no eran los suyos. No había estado a la altura. La desesperación le llevó a patalear el aire, a dejar caer una lagrima que le llego mezclada con sudor a la comisura de la boca. Cerró con fuerza los puños e intento calmarse. No lo consiguió. Se acordó de ella, y sus recuerdos se hicieron cercanos, casi tangibles. Pudo incluso volver a sentir el tacto de su piel en la yema de los dedos.

Maldita sensación felicidad y su manera de aparecer después de haber perdido para siempre la esencia que la provocó.

Le despertó de la duermevela un mordisco en el labio, tierno, con una pizca de maldad, que llego seguido de un aliento cálido, de sabor dulzón. Whisky mezclado con un mentolado Pall-Mall, reconoció al instante. Era ella. Tenía tantas cosas que decirle, tantas otras que reprocharle, que solo la abrazó.

Porque era día 20, 20 de algún mes indeterminado que no conseguía recordar, y ella volvía a estar allí. Como en aquella tarde dulce de un Marzo crepuscular...

viernes, 14 de enero de 2011



Háblame de ti y de tus miedos,
calienta la escarcha que te cubre
la palabra,
y sé
la pausa de tu emoción.

Duda, y duda de las dudas. Existe.
La duda no es el fallo,
es la oportunidad.

Rompe con tus ojos el silencio de tu boca,
igual que rompías con tu boca
el silencio de mi pantalón.

Recupera las palabras
que versaban de ti,
desde ti,
y no desde un mundo al que dejamos sin palabras.

No vengas, regresa.
Ven solo, acaso, por un café caliente,
ya sabes
caliente y sin azúcar,
sin aliento.

Decepciona, decepciona
la decepción que me invade,
encuéntrate
y luego ven a encontrarme.

Aunque yo ya no este,
y eso tú no lo sepas.

lunes, 3 de enero de 2011


Siempre te recordaré por una foto que vi cuando ya no eras la de entonces. La foto tenía tonos azules, como el cielo y el mar que te acompañaban mientras tú te sujetabas el sombrero en una suerte de peripecia para burlar el suave viento que amenazaba con llevárselo. Quizá fuera Malta, o alguna de esas islas en las que veraneabas para olvidar que la vida a veces tiene sabor amargo. Llevabas un vestido blanco que terminaba en un pantaloncito azul marino al borde de tus rodillas, que ya empezaban a coger el tono cobrizo de los días de playa, y unas zapatillas de esparto que realzaban tu cadera hasta ponerla en línea con un horizonte despejado que dejaba entrever un velero y unas cuantas gaviotas. Reías despreocupada, como si el momento se resumiese en el suave sonido del mar y el viento fluyendo entre las rocas de aquél acantilado en el que yo ya no estaba. Recordé los días por Madrid en los que eras mi secreto y yo era yo, y no tenía que demostrar que lo seguía siendo, y tú mojabas tu nariz en el té de yogurt de alguna teteria oscura de Huertas, sin el más mínimo reparo en dibujar una sonrisa cada vez que lo hacías, como si al hacerlo te aliaras con el tiempo en tu búsqueda continua de esa irracionalidad adorable que te hacía especial. Y reías y reías, y yo no tenía más remedio que cerrar los ojos y dejarme contagiar por las bocanadas cálidas que desprendía tu boca roja aunque no lograra entender porque levantabas sutilmente una ceja más que otra a cada nueva carcajada. La vida entonces era eso, una actividad distendida en la que nos creíamos peor de lo que estábamos y esperábamos el tranvía descalzos, por miedo, quizá, a perderlo si llegaba a su hora y nos encontrabamos corriendo en busca de nosotros mismos en aquellas calles vertiginosas que nos habían visto soñar.


martes, 14 de diciembre de 2010


La noche se confunde con tu cuerpo desgarbado. Algunas elecciones sin sentido me llevan a versos inconclusos en forma de papeles arrugados. La libertad de antaño encadena mis actos y delimita a una pequeña barca la esperanza de salir de la tormenta. Unos ojos legañosos y una furia visceral dibujan las lineas de lo que parecen tus piernas, con esas rodillas que tienden a juntarse, entre bucles infinitos y olas bravuconas. Nada es real y todo lo es. El caos, la dispersión, los murmullos inconexos, los puntos que solo unen los trazos que hablan de ti, parecen contener una clave misteriosa. Como si todo fuera un boceto, admirable, provocador, aguerrido, que puede ser el primer paso de una gran obra o de la más terrible de ellas. ¿Serás el horizonte de mi esperanza marinera, o acaso, la ola que reanime el terror cuando la tormenta empiece a capear?.

Un café desentraña el denso pensamiento onírico de una noche de invierno. Quizá, solo quiero verte aparecer, aunque sea de puntillas y sin rozarme.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Me hago eco del magnífico discurso ("Elogio de la lectura y la ficción") que dio ayer Vargas Llosa en la recepción del Nobel de Literatura en Estocolmo. Merece la pena dedicar varios minutos a leerlo íntegramente, a sumergirse de la mano de este gran escritor peruano en su vida y sus ambiciones, a sentir su amor por la literatura y la ficción y en como ello le salvó en sus momentos mas difíciles, a ver el porqué de su cambio de convicciones políticas desde ese marxismo inicial hasta el liberal que es hoy en dia... Es un discurso valiente, honesto, que no evita pasar por alguno de los puntos que se le critican políticamente y donde retrata su condición de librepensador a pesar de los dimes y diretes. Fantástico.

Un resumen (también podéis encontrar el discurso integro en youtube):




"No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma -la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada."

"No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del "otro", siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver"

"Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños"

"Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible"

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Elogio/lectura/ficcion/elpepucul/20101208elpepicul_2/Tes

sábado, 4 de diciembre de 2010


Me quede sin palabras y me quede sin nada. Me aproximo a quedarme sin ella y la luna coge sus labios de borracha y me sonríe. Hay sitios donde solo se llega cuando se naufraga y días que amanecen sembrados de recuerdos. Y luego queda el ansia, ese enemigo escondido, ese impudor insano de verse más solo que la una.

También el miedo deja su resaca.

martes, 16 de noviembre de 2010


Leo un libro con la correspondencia que Paul Eluard le escribió a Gala durante toda su vida, como su relación persistió en base a un amor intelectual a lo largo del tiempo aún cuando Gala se enamoró de Dalí en Cadaqués y lo dejo todo por él. Siempre me gustó la historia de aquel poeta francés y aquella chica rusa de piernas desgarbadas que conquistó el movimiento surrealista y, luego hizo de Dalí una marca. En alguna que otra entrada hablaré de las pequeñas historias que he ido recopilando sobre esa generación que me fascina, por ahora me contentaré con escribirle a una musa lejana, a la que llamaré Gala, ciertas palabras cómplices.

A Gala difusa:

Escribo esto un poco agarrotado por la sensación "galvánica" de melancolía por tu partida. Son las 9 y media, y la noche se presenta larga y tediosa. Ayer todo era diferente, un pequeño sol había jugado a dominar el invierno y, yo, podía hacer malabares con las palabras para que una sonrisa picarona se adueñara de tu gesto. Y todo seria genial. Volverían las complicidades, los sueños compartidos, las palabras que la distancia había creído agarrotar pero que por supuesto seguían tan limpias y seguras como siempre. Y luego llegaría el hoy, ese hoy que parece tan lejano ahora junto a la mesa del ordenador, ese hoy que ha terminado de enterrar las dudas y el frío, que ha vuelto a relanzar nuestro conjunto, nuestra voz unísona, nuestra ansias de volar.

Quien no ha conocido la tristeza no puede disfrutar de la felicidad, por eso quizá he disfrutado más que nunca los momentos que he pasado contigo estos días, después de que la semana en Macondo me dejara un sabor a ceniza en la garganta, algo ridículo y patético que demuestra que las sensaciones no lo son todo, que pueden engañarte en base a simplicidades superficiales que no significan nada. Por que por encima estas tú, tu ambición, tu espontaneidad, la creencia de que el mundo esta donde tu sonríes, donde tus ojos vuelven a recuperar su brillo de gata.

No Gala, no. Nunca voy a dejar de sentir el despedirme de ti. Aunque sea la primera, la segunda o la decimonovena vez que tenga que compartir un ridículo hasta luego contigo. Me da igual lo que digan los viejos agoreros que se pasan la vida contagiándole su pesimismo crónico a quiénes muestran la más mínima ilusión.

Sé que el camino será duro, que quién se arriesga puede perder, que las leyendas cuentan que la distancia hace el olvido, pero recuerda que, cuando bebas alguno de los jodidos chupitos del matarratas ese que te hace sentir exultante, quizá, un simulacro de poeta este escribiendo unos versos por ti.

Una versos que merecerás por ser como eres. Estupenda.

Como yo,
para tí.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Me gustaba jugar al escondite contigo cuando las tardes caían y la luna se atisbaba entre un horizonte de colores naranja. La luz empezaba a desaparecer entre los muebles ocres del estudio y ya no era tan fácil descubrir el destello de tu pelo cobrizo en alguno de los rincones. Todo comenzó el día que me di cuenta de que te gustaba sentirte perdida y que yo te encontrara, y que repetir ese acto te daba la seguridad de las barajas impares y los objetos imperfectos. Y después reías y reías, y me hacías el amor como si no me conocieras, como si mis ojos nunca hubieran sido mis ojos y fuera la primera vez que desabrochabas mi camisa. Las sabanas se acostumbraban al roce de tus pechos desnudos, y te sentías en calma. Todo recordaba al sabor del batido de vainilla que tomaba en aquella teteria cuando te conocí con uno de tus vestidos perfectos y tu pinta de frágil, tan femenina, y esos tacones que más tarde siempre pedía que te dejaras puestos aunque ninguna otra prenda se sostuviera ya en tu cuerpo.

Pero, una tarde como otra cualquiera, volví a contar hasta 20. Volví a buscarte tras la cama, en la bañera, detrás de la tele, entre cortinas de rayas… y salí corriendo en tu busca porque vi la puerta entornada y, a veces, habías jugado al despiste escondiéndote en el ascensor. Pero si hubieras estado allí esa noche nada de esto tendría sentido, y quizá nunca hubiera intuido que me gustaba jugar al escondite contigo cuando la tarde empezaba a caer.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Quizá estoy reservando lo mejor para un futuro que puede no llegar. Quizá me pongo creativo las semanas de examen porque es cuando me doy cuenta de donde estoy metido y me asaltan las dudas de llegar a ser alguien que no quiero ser. Quizá estoy renunciando a mi en post de la productividad. Que gran consigna en los mundos que corren. "Renunciar a ti en post de una productividad futura". Vomitivo. Quizá estoy contribuyendo a lo que detesto. Porque odio la productividad sin base, odio la productividad a toda costa. Odio que se tenga que mentir para lograr objetivos, que se tenga que trampear para ascender y que todo valga mientras tu ganes a corto o a largo plazo y alguien te aplauda. Mas con menos, cada vez mas con menos, hasta quedarte sin moral sin directrices emocionales que seguir que no sean de color verde dólar. Y me veo cada vez mas metido en esa espiral. Trampeo, miento, perreo mientras intento pasar otro examen, mientras intento conseguir cada vez mejores resultados sin esforzarme lo suficiente para saber de verdad. Y me jode. Y me duele. Y me frustro. Y me engaño. Y me culpo. Y tengo la necesidad de crear algo que compense mis emociones y haga volar mis sueños.