lunes, 6 de septiembre de 2010


No me gustan los días que huelen a humedad. Me siento frágil y manejable, como si cada segundo que pasara desmontara una parte de mi puzzle interno. El conformismo muestra su cara mas tenebrosa convirtiendome en un titere de mi mismo, arrastrandome a la corriente de las personas sin alma. El mundo se le hace grande a mi pequeña sonrisa y me pierdo al pensar que los idus de marzo no traeran más primaveras, solo la desesperación de volver a ver una vez más el comienzo de un otoño marchito.

El contorno de tu boca parece ahora lejano, quizá difuso. Ya no sé si sonríes. Antes jugabamos a sonreir y todo cambiaba. Ahora no. No es tan fácil. La realidad juega a ser funambulista en la delgada linea que la separa de la ficción y todo parece un garabato. Me temo que solo me queda la esperanza de un refugio varado en un pasado que ya no existe o en un futuro antipatico que va de farol.

No. Nunca me gustaron los días como hoy.

2 comentarios:

  1. guapoooooooooooooo!!!! me gusta mucho este poeta!! pero no estes triste y si lo estas llamame para un cafe
    1 besazo

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  2. Hugo ... ¿Has cambiado de Blog? Bueno, te sigo igualmente ¿ok?

    A mí por una parte me gustan ese tipo de días, ya que los concibo como días para poder relajarse, o pensar en sus cosas. De hecho, a veces me produce una tristeza "placentera" (espero que no sea un problema psicológico), pero el pasear "en el Otoño marchito" me parece de las cosas más bellas del planeta. De todo tiene que haber, desde tristeza a la alegría, sino, carecerían de sentida la una y la otra. ;)
    Un saludo y un abrazo Hugo! ;)

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