martes, 19 de octubre de 2010

Te dejé bajo la lluvia, allí clavada, en la esquina del edificio blanco, junto a una señora con un dálmata que esperaba el autobús, con aquella boina azul celeste y esa sonrisa suave que tanto me gustaban. Salí corriendo. No me digas el porqué, pero sabía que esa iba a ser la ultima vez que compartiríamos una despedida. En mi Ipod sonaban los Who a todo volumen. Mi rumbo era el de un marinero sin brújula, perdido en el mar de unas calles sin nombre. Me habías hecho daño. Pero aun así veía tus ojos a cada paso, a cada instante, en cada transeúnte solitario. Embrujabas todo mi alrededor. Te encontraba detrás de cada coche, escondida tras cada estatua.

Una inmensa fragilidad se adueñó de mí cuando crucé el parque donde tantas veces me hiciste sentir el rey del mundo con tan solo rozar mis labios con la punta de tu lengua. Recordé aquellas tardes de verano en las que, sentados en la hierba, jugábamos a querernos mientras el tiempo se nos escapaba como un gato juguetón.

Nunca me gustaron los días de lluvia.

2 comentarios:

  1. A mi tampoco me gustaron nunca los días de lluvia y siguen sin gustarme, pero... a veces intento sacarles su encanto. Sillón, mantita, una buena peli, palomitas y si se puede, buena compañía.

    Si buscamos en nuestra memoria, seguro que encontramos más de un buen día de lluvia.

    Me gusta como escribes, como piensas, como sientes y como ilustras tus escritos. besitos.

    ResponderEliminar
  2. ayer estabamos a 2º. llovia. no me gustaba nada. pero hoy, por un extraño motivo, recordé que hubo un tiempo en el que me encantaban los días de lluvia, en los que como no tenia paraguas , y un volvo veía pasar por mi puerta.
    también me ví sentada en el otro lado del sofá, viendo malditos bastardos...ese dia llovia. digo en el otro lado del sofá, porque en aquella época, no me atrevia ni a mirarte.
    el día en que ví Alicia En el País de las Maravillas también llovia, y eso no me impidió estar dos horas, quizás tres, sonriendo, con la ilusión de una niña, pero esta vez no había sofás, y ya no tenia miedo de mirarte.
    creo que de las 200 veces que me llevaste contigo a comprar el pan no llovió ninguna, pero vamos, no me hubiera importado .
    y cuando pisamos el palacio de los sueños (segun Carreras), recuerdo que no llovió, pero yo llevaba paraguas, por si acaso.
    asique ojos verdes, no te preocupes por el tiempo, que podrá llover, hacer frío, pero siempre, siempre, habrá cosas, que te calienten el corazon

    ResponderEliminar