martes, 17 de enero de 2012



Le rozó la mano con ternura, acaricio su pelo, cerro los brazos en torno a su cintura. Apretó con fuerza.  Podía notar como sus uñas largas, rojas, se clavaban en la parte posterior de su espalda. Era domingo, y una lluvia fina cubría una ciudad llena de sombras. Quería hacerle sentir que estaba allí, aunque quizá llevaba mucho tiempo removiendo la sopa demasiado rápido, devorando botellas de Jack Daniels en madrugadas solitarias. Pensó en la carta amarilla, en su olor a perfume Ralph Lauren,  en su escondite en el cajón de la lencería. Cerró los ojos, contuvo un suspiro y le dio una pequeña palmada en el trasero. De una patada suave se deshizo del edredón y se dirigió a la cocina. Él no pudo evitar mirar sus nalgas desnudas desvaneciendose en la oscuridad del largo pasillo. Enseguida le llegó el olor a café, a tostadas recién doradas, el sonido del cuchillo al cortar las naranjas para el zumo. Perdió la noción del tiempo y cuando la vio llegar con la bandeja, pensó que le encantaba su pelo largo, negro, incluso recién levantada. La sonrió. Ella dejó la bandeja en la mesilla de noche, encendió la radio y descorrió las cortinas. Un tibio rayo de sol se deslizó juguetón por la ventana y la radio inundó la habitación con música soul. Se sentó a su lado, y el recuerdo de la carta se volvió más intenso, más cercano. Por un momento estuvo a apunto de gritar, de deslizar una lagrima por su mejilla, de confesarlo todo. Pero luego miró sus cejas. Le gustaban mucho sus cejas pobladas. Fue entonces cuando rozó suavemente el café con la punta de la lengua y se recostó sobre su pecho desnudo. 

El ruido del mundo esta hecho de silencios.


2 comentarios:

  1. Muy bonito Hugo!!! por cierto yo también uso el perfume Ralph Lauren azul,¡huele de maravilla! Es normal que la gente nos recuerde! jajjajajaja

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  2. Demuestras que ser ingeniero y buen escritor es un equilibrio más que posible ;)

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