Extracto de mi nuevo relato para la Revista Hyperbole: "El amor es la sorpresa de los limites"
(...) La habitación estaba sumida en la penumbra. Ella entró primero y en lugar de encender la luz, se dirigió al tocadiscos y colocó uno de los viejos vinilos. Una voz ronca y melódica se adueño del ambiente. Él se acercó a ella despacio, midiendo unos tiempos imaginarios que le acercaban a la música. La agarró de las muñecas e hizo el ademán de bailar hasta el primer giro, que aprovechó para acercarla a la pared. Ella sorprendida, se vio de improvisto con la punta de la nariz rozando la pintura blanca y las manos en alto, inmovilizadas. Le gustó sentir el aliento calido en su nuca. Sus piernas se estremecieron.
- Ven, tengo que leerte algo… ahora – le susurró vocalizando cada silaba cerca de su cuello.
- Te odio… de verdad que te odi…
Pero ya era demasiado tarde. Él dejo caer las manos por el contorno de sus brazos, acariciándola, y se dirigió a la cama. Colocó los almohadones, encendió la luz de la mesita de noche y cogió un poemario. Se tumbó y lo abrió por una página señalada con una postal de Man Ray. Era un libro de Chantall Maillard. Ella no tuvo más remedio que seguirle. Se recostó a su lado, apoyó la cabeza en su pecho y acompasó su cuerpo a la cadencia de su respiración. Antes de comenzar a escucharle, le mordió un pezón como muestra de su renuncia, de la dificultad de aplacar ese fuego interno que le devoraba las entrañas. Él se contrajo y con voz grave, sentida, empezó a leer.
No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor de la razón
que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito,
pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Para leer el relato completo pinchad en:

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